Como les he comentado antes, mi diagnóstico de Trastorno Déficit de Atención llego a mi vida a mis 38 años. Fue ahí en donde formalmente un profesional me confirmó lo que yo ya sabía. Mi mente funcionaba diferente a los demás.
Esta certeza que vibraba dentro de mí no siempre estuvo conmigo. Fue creciendo y aumentando en medida de que yo iba conociendo más sobre el tema y observando a mis hijos y su propio diagnóstico.
Mientras crecía esa certeza y ocupaba más espacio dentro de mi cabeza y mi alma, todas las etiquetas, los prejuicios y las dudas fueron desinflándose y fue ahí en donde pude poner un poco de orden y sentí que me quitaba un enorme peso de encima.
Mi primer año trabajando en mi fué dedicado a la aceptación y a identificar exactamente cuáles características eran mías y no del diagnóstico en general. Por qué hay que recordar que una cosa es lo que dice en el libro y otra muy diferente como lo vivo yo.
Fue como desmenuzar un pollo en donde fui separando todo y cada uno de mis complejos, pensamientos y conductas. Analizando en qué parte de mi vida necesitaba apoyo y qué tipo de apoyo. Fui aquí en donde tome las riendas de mi vida y de mi TDAH.
Sentada en mi terraza viendo los árboles del jardín y pasando tiempo con mis pensamientos descubrí que tenía un enorme deseo de alcanzar mi potencial.
Siempre sentía como que había una pesa encadenada a mi pierna y cuando iba a lograr volar, la pesa me jalaba hacia abajo. La caída siempre era dura y al no saber cómo levantarme amortiguaba la incomodidad o el dolor con miles de compras innecesarias, horas perdidas en Instagram o Netflix. Pero ese día en mi terraza me dije a mí misma: suficiente.
Llevaba años intentando apoyar a mis hijos y olvide apoyarme a mí. En este maravilloso descubrimiento me di cuenta que si yo no estaba bien. Si yo no estaba en mi centro, entonces nada de lo que yo hiciera por mis hijos iba a funcionar.
Comencé a ponerme hasta arriba de mi lista de pendientes. A decirles la verdad fue un descubrimiento maravilloso. Me enamore de mí.
Fue un proceso. Fue poco a poco. Muchas veces di 2 pasos para delante y 5 para atrás pero esta vez ya no me torture, simplemente me sacudí las rodillas y dije, no pasa nada, vamos!
Tuve que aprender a intentar y fallar mil veces. Tuve que aprender a tolerar sentimientos incómodos. Tuve que aprender a cumplir con mi palabra. Tuve que aprender a no tomarme nada personal. Tuve que aprender a pedir ayuda y apoyo. Tuve que darme chance de cambiar a pesar de que mi mente estaba apanicada y me decía mil cosas horribles para que me quedara en lo conocido. Tuve que aprender a bajar el volumen de esas historias y reconocer que mis pensamientos son simplemente enunciados.
Y lo más importante, tuve que ser valiente y atreverme a aceptar que aún haciendo malabares habían funcionamientos de mi mente que me harían comportarme de cierta manera y que dependía de mí y de nadie más lograr un cambio.
Les cuento todo esto no por compartir de más (que si es una de mis características de vivir con TDAH) si no para que sepan que toma tiempo, esfuerzo, ganas y valentía moverte de donde estas.
Quieres cambiar? Bravo es el primer paso!
Atrévete a alcanzar tu potencial! Ya deja atrás la queja y la victimización. Agarra las riendas y ocúpate.
Me encantaría ser parte de tu proceso de cambio y acompañarte en este camino tan increíble hacia tu mayor potencial.
Te animas?
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