“Cuando quiere puede, lo que pasa es que es floja.”
“Si tan sólo le echara más ganas sería muy bueno en la escuela.”
“Hacer la tarea con ella es una tortura, se distrae con todo y acabamos peleando siempre.”
“Cómo puedes ser tan inteligente y tan tonto al mismo tiempo... ¡me desesperas!"
¿Te suena familiar? Para mí es el pan de cada día. Tengo un hijo de 10 años disléxico y con déficit de atención. Mi esposo es idéntico - ¿a quién habrá salido el niño? ;-) A mi mamá y a mi hermano menor los cortaron con las mismas tijeras.
Veo niños y adolescentes con estas características todos los días en mi consultorio. Durante los últimos 16 años me han pedido apoyo cientos de personas de todas las edades que han buscado - o sus padres han querido - aprender a vivir mejor con su manera particular de percibir el mundo y de pensar.
En otros artículos elaboraré sobre el qué, el por qué, el cómo y el cuándo del déficit de atención, la hiperactividad y la dislexia. Hoy quiero compartirte la carta de Dany, una niña de 9 años que llegó a mi consultorio hace unos años. Aquí está.
"Mi día en la escuela comienza así:
Cuando la maestra pide que saquemos la tarea, todo el salón voltea a verme porque ya saben que como es costumbre yo no la traje. Se me olvidó en mi escritorio en casa, pero si se lo digo a la maestra todos se van a burlar de mí. A veces sólo digo que no la traje, pero en realidad estoy furiosa porque pasé toda la semana haciéndola.
Cuando nos sentamos y sacamos el libro de inglés tengo el presentimiento de que un elefante se sentó en él. Yo creo que lo que dice mi mamá es verdad, no sé cómo cuidar mis cosas. Ojalá la miss no lo vea, me va a regañar otra vez.
Mientras la maestra habla a mí me gusta viajar dentro de mi propio mundo, pero cuando regresó al salón todos ya tienen el cuaderno de historia y yo nunca me enteré en qué momento lo sacaron.
Siempre me dicen que soy muy inteligente pero que soy muy floja; yo sé que esto no es cierto. Para el examen del otro día estudié muchísimo, me sabía todo. Pero en el momento del examen sólo me acordé de dos respuestas. ¡Ah! Pero eso sí, podía acordarme perfecto de en qué renglón del cuaderno estaba lo que me estaban preguntando. ¡Qué coraje! Me enoja tanto cuando eso me pasa, no sé por qué soy tan tonta.
Mi pupitre siempre está desordenado, igual que mis ideas. El otro día el pelo de Carlos estaba todo parado y me levanté a arreglárselo y él me gritó. La maestra se enojó y me mandó a la dirección porque “no te puedes parar mientras haces un examen”. Yo nada más le iba a arreglar el pelo…
No sé por qué soy así pero me choca. ¿Me puedes ayudar?”
Hoy día al menos uno de cada 10 niños y niñas son como Dany, de una u otra forma. Hay cuatro características centrales en el Déficit de Atención:
Atención selectiva: puede centrar su atención durante periodos largos en unas actividades, como inmerso en su propio mundo; pero en otras se dispersa fácilmente.
Distractibilidad: se distrae fácilmente por estímulos visuales, auditivos y/o kinestésicos.
Impulsividad: tiende a actuar antes de pensar.
Hiperactividad: puede o no presentarse paralelamente. Hay dos tipos:
Interna: imaginación muy activa; el niño puede “perderse” por periodos en su imaginación y se desconecta de su entorno.
Externa: es evidente, constantemente necesita moverse. Intolerancia a periodos prolongados sentado o con actividad leve.
Revisa si estas características encajan contigo, tu niño, o esa persona que te llega a la mente al leer este artículo:
Se mueve mucho cuando está sentado
Le cuesta trabajo quedarse sentado durante tiempo
Se ve que está pensando, está en su propio mundo
Habla mucho
Tiene un “motor prendido” por dentro
Le cuesta estar tranquilo como los demás
Contesta antes de oír la pregunta (anticipación ansiosa)
Le cuesta esperar su turno
Se mete en las conversaciones de otros
Le cuesta sostener la atención
No siempre entiende las instrucciones
Comete errores por no prestar atención
Se distrae fácilmente
Pierde cosas, olvida dónde las dejó
No escucha cuando le hablan directamente
Le cuesta trabajo organizarse y planificar
Es despistado
No le gusta hacer tareas que requieren esfuerzo mental
Tiende a dejar las cosas para después
Tiene autoestima baja
Tiene poca tolerancia a la frustración
Es inestable emocionalmente
Es inseguro, falto de confianza en sí mismo
Es irritable, puede llegar a ser agresivo
Carga con una sensación de fracaso, en comparación con los demás
Busca estímulos fuertes (golpes, deporte al extremo, música…)
Si tú tienes o conoces a alguien que tiene muchas de estas características (quizás el sobrino de un vecino…), es probable que seas (o él/ella sea) candidato para una valoración psicopedagógica.
En mi experiencia, para que un tratamiento o entrenamiento sea efectivo no hay píldoras ni recetas mágicas. En mi centro me preocupo por mantener un enfoque multidisciplinario y holístico. Al realizar una valoración contemplo los aspectos biológicos (características fisiológicas, percepción e interpretación sensorial, ritmo, alimentación), psicológicos (temperamento y carácter) psicopedagógicos (dominancia e interrelación hemisférica cerebral, coeficiente intelectual y emocional, entre otros), y psicosociales (relación con y desempeño dentro de los entornos escolar y familiar).
Todos los adultos que formamos parte del entorno del niño o joven somos responsables de encarnar el cambio que queremos ver. De otra manera, ¿cómo pretendemos ser líderes de aquello que no estamos dispuestos a dar?
El entrenamiento y tratamiento de Dany fue muy exitoso gracias al compromiso tanto de sus padres como de la escuela a la que asistió en aquel entonces. Hoy cursa la secundaria exitosamente. Brilla en unas materias, trabaja duro con otras, ahora con herramientas para obtener calificaciones satisfactorias para ella. Asiste a clases de arte extracurricularmente. Anhela ser una gran artista, y sabe que cultivando sus dones puede alcanzar las estrellas. Queremos compartir su testimonio:
"Gaby, jamás he olvidado todo lo que aprendí contigo. Sigo batallando con las mates, pero ahora las entiendo y cuando no, me atrevo a preguntarle a la miss y le pido ayuda. Ya no me avergüenzo ni me apena ser como soy. Al contrario, sé que soy un sol brillante, lo veo en mis pinturas que aunque no me las califican en la escuela yo sé que son de 10 ;-)
¡Gracias Gaby! Algún día te daré las gracias como yo quiero… ¡te quiero mucho! "
Daniela Reyes Alonso
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