Ser madre es un gran regalo maravilloso que nos permite Dios, sin embargo también es aterrador, al menos así lo vivo últimamente. Dos de mis hijos ya son muy grandes y hasta los otros dos chiquitos ya dejaron de ser tan chiquitos. Hace tiempo escuche el dicho hijos grandes problemas grandes, hijos chicos problemas chicos y es muy real, estoy de acuerdo con el dicho y pues es parte de crecer y ver a nuestros hijos crecer pero tengo que admitir que puede ser doloroso, sobre todo cuando los problemas van dejando heridas en el alma de ellos.
Mi ansiedad anda rondando mi mente más de lo normal. Por lo regular llega como una buena tormenta tropical y yo pacientemente espero a que esta pase para continuar con mi día. Pero ahora la muy conchuda se puso cómoda y no se quiere ir. Con ella trajo una vocecita muy sutil y suavecita que me repite una o otra vez “las heridas de tus hijos son muchas” y me hace pensar… quizás sí. A su corta edad ya tienen varias heridas…
Seguramente algún lector pensará que así es la vida, que serán más resistentes, que crecerán más fuertes y aunque mi mente está de acuerdo con ese razonamiento mi corazón y mi alma sienten mucho dolor. Yo crecí en una familia completamente disfuncional, ahora que lo pienso, quizás por eso Dios me premió con Trastorno Déficit de Atención pues esa mente olvidadiza ayudó a llevarme hasta donde estoy hoy. Dos de mis hijos tienen TDAH, bueno dos diagnosticados y esos mismo viven con ansiedad y mi hija adolescente entra y sale de pequeñas crisis, pequeñas depresiones. ESTA MUY CHICA!!!! ESTA MUY JOVEN Y SU ALMA YA VIVE ESTE DOLOR!!! Y yo por mi personalidad le quiero decir que se levante y sea fuerte, sacúdete las rodillas y sigue tu camino pero ella no es así. Me a costado trabajo que no todos son así, no todos se sacuden y ya. En fin, es uno de esos días que de rodillas le pido a Dios, al Universo que esas heridas que viven hoy mis hijos no sean tan graves, que no se queden marcadas para siempre, que no sean tan profundas.
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