No pueden decirme que no lo intenté. En verdad agoté todas mis opciones. Regresé a mis apuntes viejos, saque libros que tenía guardados, acudí a Flores de Bach, Terapia Conductual, Terapia Sensorial, homeopatía, meditación, vitaminas de todo tipo, aceite de hígado de pescado, modifique su dieta, implemente remedios caseros, lo puse a correr temprano en las mañanas antes de ir al colegio, le di café en las mañanas (antes de que me juzguen les comento que fue la neuróloga psiquiatra quien me recomendó esto) y un año después, sin querer aceptarlo me di cuenta que el Déficit de Atención de mi hijo es más fuerte de lo que pensé. La semana antes de tomar la decisión de medicarlo llegó a casa con un reporte escolar en donde la maestra explica que en clase de ciencia mi hijo pellizco a un compañero. Cuando hable con mi hijo buscando una explicación me dijo que el compañero llamó su nombre varias veces y no supo porque pero esto le pareció muy molesto. “No me puedo controlar Ma, se que fue una mala reacción pero no me pude parar”. En su cara note angustia y frustración no solo por traer otro reporte a casa si no porque se dio cuenta de que su impulso fue mas grande que él. En ese momento saqué la receta empolvada de mi cartera y la pedí a la farmacia. “Es como si necesitara lentes y tu no se los quisieras poner” me dijo mi terapeuta que por cierto vive con Déficit de Atención y está medicada desde los 9 años.
Hace casi 8 años el Déficit de Atención toco la puerta de mi casa, como un caballo salvaje entró galopando, dando golpes y relinchando. Poco a poco se fue calmando acomodando en el cuerpo de mi hija y en la vida de todos nosotros y aprendimos vivir con él. Hoy toco la puerta un potrillo descabellado, igual de salvaje. Lo que este potrillo no sabe es que todos estamos preparados y listos para recibirlo, tenemos maestría en el tema.
Aun así con mi doctorado en Déficit de Atención dudé, cerré los ojos y voltee para otro lado intentando que no fuera real, rezando que desapareciera y fuera solo una racha de la edad. Sin embargo el potrillo fue agarrando tanta fuerza que me obligó a aceptar y a recordar que no pasa nada, que hay niños que necesitan este apoyo de medicina y que esto no me convierte en mala madre. Me tuve que recordar que no estoy drogando a mi hijo, sino más bien lo estoy intentando ayudar. Nuevamente como hice hace casi 8 años quise que se solucionara, que se fuera, que desapareciera, pero no fue así. El Déficit de Atención no funciona así, no se va, más bien aprendemos todos a convivir con él, comenzando por la persona que lo vive en su mente y cuerpo hasta los familiares y amigos que convivimos alrededor de él. Dentro de mi siempre lo supe pero al final del día soy humano, soy mamá y me volvió a costar trabajo aceptar y soltar. Hoy habiendo pasado 15 días desde que empezó con el medicamento, confirmo por segunda ocasión que tome la decisión correcta. Mi hijo no a perdido su esencia, no a perdido su fervor, no a perdido su magia y aunque sigue siendo un bello potrillo lleno de energía e ideas geniales los temas lo podemos acariciar y puede coexistir con entorno en mayor armonía.
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