Hay días en mi vida que me siento un poco “overwhelmed”, días en los que corro por el mundo como si estuviera en turbo y no me doy cuenta ni valoro lo que hay a mi alrededor.
En qué momento dejamos de admirar un atardecer con nuestros hijos? Hace cuánto no nos sentamos en el jardín con ellos a ver un hormiguero o buscar gusanos? Cuándo fue la última vez que les dimos chance de faltar a una clase de natación y nos los llevamos a tomar un helado envés?
Nuestros pobres hijos se subieron a nuestro tren rápido sin siquiera pedirlo. Sin darse cuenta nuestros chiquitos de 5 años, en vez de quedarse en su casa armando un Lego pasan su tarde en el coche de clase en clase por que es importante que tomen clase de Mandarín.
Vivimos a una velocidad tremenda, con una p enorme presión que sentimos día a día.
Los pobres niños llegan a casa cansados, muchos llegan después de estar una hora en el camión muertos de hambre y con ganas de quitarse los tenis y acostarse un rato. Desafortunadamente esto no suele pasar. Desde que cruzan la puerta los estamos apurando, “siéntate a comer”, “correrle terminate la sopa por que vamos tarde a clase de tenis”, “comete el taco porque tienes terapia”, “tu cita en el dentista es en 30 minutos comete el sándwich en el coche”…
Perdonenme pero esto no es vida, ni para nuestros hijos ni para nosotros como padres.
Los niños y adolescentes de hoy crecen con la enorme presión de ser el mejor en todo, deben de ganar el torneo de tenis pero no bajar las calificaciones del colegio. Queremos que sean súper estudiantes, hablen un tercer idioma pero también tengan una vida social.
Mi hija de 12 años hace unas semanas me dijo: “Ma, este viernes no quiero hacer nada, solo quiero ver mis programas de tele y quedarme en mi casa”. Que sabia!
El índice de ansiedad en niños cada vez es mas alto. Si este fuera el método correcto no habrían tantos niños infelices, menos mamas tomarán Valium pues no haría tanta depresión.
Esta vida tan ocupada que llevamos esta aturdiendo nuestras mentes. En fiestas infantiles pláticas con las mamas y te comentan que su hijita de 2 años empezó clase de francés y ya aprendió a nadar. Waw, creo que yo a los dos años seguir usando pañal y mi salida era al parque de la esquina de mi casa. Lo peor de todo es que necesitamos sentir que pertenecemos, no queremos que nuestros hijos se queden atrás entonces saliendo de la fiestecita corremos al club a inscribir a nuestro bebe en clase de karate, natación, Mandarín y cocina (así seguro le ganamos a la hijita de la vecina).
Nunca es suficiente. Si tan solo entendiéramos que la vida no tiene que vivirse así. Podemos decidir vivir una vida un poco más lenta.
Una vida más lenta hoy en día es difícil de entender y aceptar pues en esta época nos molesta si la página web no se abre en segundos, revisamos nuestro mail o Facebook 15 veces en el día, olvidamos comer pues estamos muy ocupados o peor aún obligamos a nuestros hijos a comer dentro del coche en vez de tomarnos el tiempo de sentarnos en familia a convivir.
Nuestra sociedad está enferma de rapidez. Debemos de re-aprender a vivir de verdad, debemos de recordar cómo era nuestra infancia. Debemos de amarrarnos las manos y taparnos la boca cada vez que nuestros hijos nos digan: “Estoy aburrido”. Déjenlos, que busquen cómo entretenerse, que se vean obligados a salir al jardín y hacer una casa de piedra para gusanos. Debemos de entender que la felicidad no llega con el tercer o cuarto idioma y que no pasa nada si hacemos justo eso, nada.
Una psicóloga le pregunto a mi esposo: Que quieres para tus hijos? Mi esposo le dio una lista enorme de todos los sueños que tiene para ellos y al terminar la psicóloga le dijo, “Lo que debes de querer para tus hijos es que sean felices”.
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